Temblando

A los habitantes de la CDMX, esta semana nos dejó, literalmente, temblando.

Una vez más, el evento que desde hace 37 años generó un trauma colectivo en la sociedad capitalina, se repitió. Si, ya sé que no es el único lugar en el que existen afectaciones. Si, también estoy consciente de que en los lugares en los que se generan los epicentros, las consecuencias son más inmediatas, sin embargo, no creo que sean mayores.

Y antes de que empiecen a ofenderse, me explico:

Nos agrade o no, creamos que sea funcional o no, la ciudad de México es LA ciudad más importante, grande y poblada de nuestro país. Sigue siendo el centro de la mayor parte de la actividad económica, es sede de los Poderes de la Unión y para acabar pronto, es LA CIUDAD CAPITAL, aquella que se cayó a pedazos (literalmente) no en una, sino dos ocasiones, la que implementó un sistema de alerta para contener los efectos de los sismos y la que una y otra vez, será referente cada que la tierra tenga a bien (o mal) acomodarse.

La razón es básica: al tener la población e infraestructura más grandes del país, las personas y edificios afectados son simplemente mayores que en cualquier otro lugar.

Además, hace mucho que los sismos son parte de una micro histeria colectiva de quienes nacimos y seguimos viviendo en esta ciudad a pesar de 2 terremotos y varios temblores importantes.

Si, es cierto que los epicentros sufren daños evidentes, pero no hay forma de comparar una pequeña ciudad en provincia con la Ciudad Capital, acá no sólo tiembla, tiembla y algunas actividades se suspenden por las revisiones que realiza Protección Civil, tiembla y se va la luz en varias colonias a la vez, lo que genera que el de por si caótico tráfico, se convierta en un verdadero viacrucis...tiembla y puedes estar sin agua (como en 2017) por varios días.

En esta ciudad, cuando tiembla, hasta olvidamos que somos una sociedad separada por ideologías, creencias y estatus económico, por algunos días, incluso semanas, jugamos a ser empáticos, solidarios...heroicos inclusive y los que no nos conocen, nos creen, nos halaban, se crea la noción ingenua de que ante la desgracia colectiva, nos transformamos en un solo cuerpo, una sola mente, un solo espíritu de supervivencia...y todos los foráneos y extranjeros, nos creen.

Después, pasado un mes, tal vez dos, volvemos a ser la misma sociedad culera, apática, revanchista, ojete y sin educación...pero mientras existe el halo de tragedia después de un temblor, somos todo eso que realmente no somos, pero que fingimos ser para lidiar con el trauma que colectivamente compartimos: la absoluta indefensión ante la fuerza de la naturaleza...por eso, y sólo por eso, los sismos en Ciudad de México, siempre serán más impactantes, más trascendentales, .más importantes que en cualquier ciudad en la que se genere el movimiento y ningún habitante de provincia, podrá cambiar eso...NUNCA.

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