Te acepto como eres, aunque no seas conmigo

Generalmente, cuando decimos que aceptamos a otro tal cuál es, encontramos en él (o ella) características agradables, sentimientos recíprocos, anhelos comunes.
Sin embargo, decirle a otro “te acepto como eres” cuando no se comparte alguna característica o se  nos da reciprocidad de algún sentimiento, no es pequeña cosa.
Lograrlo tiene que ver con el desapego (o al menos ahí lo estoy colocando yo) el momento justo en el que nos vinculamos a otros sin esperar que sean/actúen/sientan/vivan o piensen en forma parecida, similar, concordante a la nuestra, en ese momento, nos vinculamos libremente…lo escribo fácil, no lo es…mucho menos cuando esa libre aceptación, conlleva un, no es contigo.

La absoluta verdad ¿?

En términos estrictos se dice que somos honestos o no lo somos. No hay puntos medios…difiero.

La honestidad como todas las características humanas no deberían estar sujetas al blanco y negro. Pensar que podemos actuar en extremos o absolutos, me parece más enfermo que natural.

¿Se imaginan que sólo existiera una forma de ser honestos y que esta fuera completa? 

¿Podríamos siquiera vivir en sociedad, si en todas nuestras interacciones fuéramos absolutamente honestos? Ciertamente no.

Entrar a la oficina diciendo que llegas tarde porque te quedaste dormido y no por el tránsito (al que siempre culpamos en Cdmx) suena más a cinismo que a sinceridad.

Aceptemos que hemos aprendido a vivir en el clarosucuro de la verdad, nos da cierta comodidad saber que no todo lo que decimos a los demás es absolutamente cierto y si tuviéramos menos ego en nosotros, también encontraríamos alivio en aceptar que no todo lo que nos dicen (por dulce o amargo que suene) es verdad.

El problema se da, para muchos, cuando se percatan que esa misma flexibilidad la aplican los demás y entonces se vuelcan en profunda indignación. 

La reciprocidad que tanto anhelan los seres humanos es aceptada siempre y cuando sea conveniente, agradable, acomodaticia. Quiéreme como yo te quiero, acéptame como yo te acepto, cuídame como yo te cuido. Pero no me digas medias verdades como yo te las digo porque entonces, me estás mintiendo.

Siendo brutalmente honesta, la única persona que debería aguantar, tolerar y aceptar tu absoluta verdad, eres tú.


El inicio del final

Empezar algo siempre me toma tiempo (para decidirme) y mucha voluntad para lidiar con el sentimiento agridulce que me genera. 

Todo inicio lleva a un fin...y viceversa.

Plasmar lo que pienso en letras no es algo nuevo, puedo asegurar que aprendí a escribir antes que a hablar...incluso llegué a pensar (con la lógica de una niña de 4 años) que era optativa la comunicación verbal.

Hablarle a la hoja en blanco siempre me ha parecido cómodo, seguro; no existen cuestionamientos o discrepancias (salvo los que insista hacer mi subconsciente) no tengo que cuidar mi tono, mis palabras o mis intenciones y mucho menos debo preocuparme por la interpretación de un interlocutor...o al menos, eso pasaba cuando este hábito era privado, casi escondido.

Publicar lo que escribo son para mí, palabras mayores, enormes y aun no decido si el que lo esté haciendo tiene que ver con una seguridad absoluta o con un abrumador desinterés con lo que puedan pensar los posibles lectores; podrían ser ambas.

O tal vez, una tercera: después de todo lo que ha pasado en mi vida, la posibilidad de que  nadie me lea o si lo hacen, me critiquen, me juzguen, me ridiculicen (porque a esas hemos llegado) no me genera ni un ápice de preocupación...me preocupa más, perpetuar el (mal) hábito de no hacer algo que realmente quiero hacer.

SEHS



La audacia

Los humanos en general, van por la vida asombrándose de todo lo que no les gusta como si no fueran ellos, la causa que genera el caos, por e...