Morirse de amor ¿?

Todos, absolutamente todos, hemos pasado por esa etapa en la que creemos y peor aún, sentimos morir de amor. Generalmente conocemos esa sensación en nuestros años mozos (adolescentes o jóvenes pues) aunque no dudo que haya muchos que tuvieron esa experiencia ya entrados en años, a fin de cuentas, el amor no tiene edad.

Lo curioso (de lejos, porque en el momento, es todo, menos curioso) es lo fuerte que puede ser esa creencia (o sentimiento) que plantea que realmente uno se muere sin la persona que decimos amar.

Afortunadamente, nada está más alejado de la realidad. Si, uno siente morir, llora, patalea, grita y maldice (si es que pueden) el momento en que conocieron al susodich@ o en su caso, el momento en que supieron que no eran correspondidos. Se pasa (como todo duelo) por diferentes etapas (alguna más larga y dolorosa que otra) pero al final, el tiempo hace lo suyo y como toda herida, llega la cicatrización. Caemos en cuenta que no, no morimos, que el otr@ siguió su vida y nosotros también a pesar de la ausencia de quien en su momento, amamos hasta la locura.

Sin embargo, lo poderoso de ese sentimiento, radica en lo que provoca, lo que crea, y no me refiero a las reacciones viscerales que cualquiera podría tener ante una desilusión amorosa, sino a la música, los poemas, cuentos, novelas, pinturas, composiciones, todas las expresiones artísticas que han estado inspiradas en y contra el amor (porque también hay de esas) el legado que deja a su paso la pérdida de un amor, visto objetivamente, vale toda la pena, todas las lágrimas, toda la tristeza, porque aunque parezca que uno se muere, ni se muere, ni deja de amar, sólo aprendemos, evolucionamos, creamos algo nuevo a partir de lo que sentimos o dejamos de sentir y ESA es la verdadera magia del amor.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Del "échale ganas" al "ve a terapia"

  Muchas generaciones vivieron los estragos del " echaleganismo " ese extraño concepto que se utilizó como respuesta absoluta a to...